jueves, 14 de abril de 2016

Laura Marling en La Trastienda

En mayo se van a cumplir cinco años de la primera visita de Laura Marling a Buenos Aires. En aquella oportunidad vino a formar parte de un festival y en una de las fechas le tocó telonear a Jack Johnson. Sin embargo se había reservado un encuentro ínitimo con sus fans en el Samsung Sutdio en donde nos regaló una docena de canciones. Fue aquella vez cuando un puñado de personas apiñadas frente a un escenario, cuando comprobamos la madurez de una artista que parecía haber nacido con ella. Laura tenía por entonces 21 años y sin embargo cantaba como si tuviera diez vidas vividas por contar.
Estamos en 2016 y a esta altura la británica parece haber superado hace rato cualquier tipo de prejuicio y carga que pudieran haberle significado las calificaciones que fue recibiendo a lo largo de su carrera. El aporte económico que supone su familia de título nobiliario, y la facilidad con la que llegó a grabar su primer disco (“Alas, I cannot swim”) de la mano de Charlie Fink de Noah and the Whale, su pareja por entonces, entran en la columna de los prejuicios. Que a los 18 años se haya hecho referencia a ella comparándola con Joni Mitchell puede significar para una joven apenas dejando la adolescencia una (usando una expresión de moda) más que pesada herencia.
Sin embargo Laura Marling atravesó todo. Convivió con noviazgos de alta exposición (Marcus Mumford), despedazó a los prejucios a fuerza de canciones maravillosas, siguió ganando premios y cosechando elogios, y u día a los 23 años dijo estar cansada, amenazó con dejar la música, y como si aquellas comparaciones con Joni Mitchell le hubieran guionado un recorido, se fue a vivir a California.
Dos años después reapareció con “Short movie”, un disco que la devolvió con algunos pequeños cambios: la aparición de algunas guitarras eléctricas en sus canciones, el pelo corto y unos leves tonos aterciopelados en su voz, que le aportan cierta gravedad a las nuevas canciones. Hasta acá un resumen de todo lo previo y la expectativa que singificaba su regreso al país (en sus tiempos californianos y anunciando un plan de moderada vida nómade, alguna vez nombró a Argentina como posible lugar de residencia). Pero anoche estuvimos otra vez cara a cara con ella, y eso es lo que vengo a contar.
Es cierto que la inflación ha mermado el poder adquisitivo y que la devaluación aumentado los precios de las entradas para poder ver a artistas internacionales, pero yo le adjudico que anoche La Trastienda haya estado apenas a la mitad de su capacidad, a la paupérrima campaña de prensa alrededor del show. Aún así éramos unos cuantos más que en aquel 2011 los que nos vimos sorprendidos cuando con una puntualidad digna de su procedencia, Laura Marling salió al escenario acompañada apenas por un contrabajo y una batería.
El concierto fue breve e intenso. Comenzó con la sucesión de cuatros temas que abren “Once I was an eagle”, su trabajo anterior de 2013: “Take the night off”, “I was an eagle”, “You know” y “Breathe” y que interpreta a modo de suite. Recién después saluda levemente, sosteniendo una postura parca sobre el escenario que intentará sostener durante todo el concierto. Y si digo intentará, es porque un par de exaltados elogios conseguiran quebrarla durante un par de momentos de la noche, y arrancarle una sonrisa y hasta “charming man” como devolución al elogio. Pero esa actitud auténtica y transparente hace a su escencia: cuando Laura Marling canta sus canciones expresa cada uno de sus sentimientos que motivaron los versos que va cantando. Por ejemplo en “Short movie” (primer tema nuevo que cantó, a continuación de la magnífica “Master hunter”), cuando sus gestos acompañan una rabia resignada que confiesa “estoy pagando por mi error y eso está bien”.
La guitarra eléctrica estuvo ausente y tal vez por eso no hubo tantos temas de “Short movie” en el setlist como uno esperaba. De todas formas hay una conexión entre todas sus canciones que no produce quiebres en los climas, más de los que la propia Laura pretende darle al show. Si bien sus agudos son los que remitieron de entrada a Joni Mitchell, su procedencia, y la riqueza y colorido de su voz me llevan inmediatamente a pensar en Sandy Denny. Y además Laura es una gran guitarrista capaz de orientar sus canciones hacia la melancolía de un Nick Drake, y tambiér hacer que sus temas suenen como para que uno sienta que bien podrían haber formado parte de Led Zeppelin III (“The muse”, por ejemplo)
A la hora de las versiones escuchamos la previsible (porque suele formar parte de sus shows) “Do I ever cross your mind” de Dolly Parton, y la inesperada “Up to me” de Bob Dylan. De las suyas celebramos mucho la blusera “Ramblin man” y las melancólica “Once” y “Sophia”. Laura recordó su paso anterior por Buenos Aires (que incluyó la grabación de un video), preguntó por cuántos presentes anoche habíamos estado aquella vez, y en ese desenvolvimiento se sobrepuso a cierta timidez que le noté en aquella primera visita. Y hasta se animó a estrenar un tema.
Al cantar versos como “You must let me go before I get old I need to find someone who really wants to be mine” (“I feel your love”), Laura expone toda su fragilidad. Pero quienes la seguimos sabemos que eso bien puede resultar aparente, y que también es capaz de afirmar que “Woman alone is not a woman undone” (“Daisy”) y que allí florece la mujer dispuesta a no dejarse arrastrar más allá de cualquier pretensión ajena.
Para el final de un show de apenas una hora y diez minutos, Laura Marling eligió despedirse con “How can I”, tal vez la canción que mejor expresa su periplo californiano y el regreso a su música y su tierra. “Me gustaría ir a cualquier parte contigo. Voy a ir cuando me preguntes: cómo puedo vivir sin ti?. Voy a volver al Este donde pertenezco, pero cómo voy a vivir sin tí?”. Teñidos por esas palabras, cubiertos por esa melancolía tierna y dura a la vez, volvimos a las calles de San Telmo. Si alguien cree que la niebla con la que amaneció esta mañana Buenos Aires nos tomó por sorpresa, se equivoca.


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