viernes, 12 de febrero de 2016

Richard Coleman en Bebop

Los shows de verano de Richard Coleman felizmente se han vuelto costumbre. El tipo se arma de ganas, desenpolva una guitarra, reune varias canciones y convoca a su gente a escucharlo en un ambiente íntimo, con tono casi familiar. Se rodea de los fans más fieles, les da algunos gustos y se conecta con ellos con una distensión que los recintos más grandes por lo general impiden.
En mi caso era el primer show del año (que como empezarán a ver en este blog viene cargado), y si me siguen por acá saben que el Bebop es un lugar que me encanta. Plato sencillo, copa de vino y Coleman cantando ahí nomás. De paso aproveché para estrenar la remera del Hansa Studio que me compré cuando tuve la oportunidad de visitarlo hace unas semanas. Sí, voy a presumir un poco. Pero no se trata solo de eso, sino que la cita no es caprichosa, porque será una de las coincidencias que se enhebraron a lo largo de la noche el jueves y que ya irán leyendo.
Para empezar Coleman salió vestido todo de negro, y eso, sabemos, es una señal. Si bien el concierto nunca salió del tono relajado y amable de sus shows acústicos (que en verdad nunca son estrictamente así, porque las guitarras llevan efectos y aparecen instrumentos eléctricos) marcó la tónica del repertorio. Tiempo atrás en un show similar en Ultra, Coleman se había mostrado con ganas de charlar, de contar historias acerca de las canciones y llenarnos los oidos de anécdotas de su vida que linkeaban con los temas que estábamos escuchando. En este caso (y el negro necesariamente no es inocente) eligió abandonar la prioridad de su etapa solista, y recreó canciones de todas sus épocas, inclusive muchas que hace rato no sonaban sobre los escenarios.
El fan acérrimo de Los 7 Delfines disfrutó del primer tramo del show casi como un regalo personal. “Never du nozin”, “En tu cabeza”, “Desierto” (el tema que daba nombre al disco de mediados de los '90, disco que volvería a citar hacia el final de la noche con la tensión erótica de “Canción de cuna”) fueron los temas que apenas le dejaron lugar a “Corre la voz”, que se entrometió como para anclar ese pasado con la etapa más cercana de Richard. La última cita a L7D de ese tramo fue ese temazo (que el mismo Coleman presentó como una de sus preferidas) que es “Meteoro”. “Mi nombre está en lugares” se oye, y uno sabe muy bien que uno de esos lugares, inevitablemente es la memoria. La gente escuchaba tranquila, repitiendo en algunos casos en voz baja los versos que esa memoria rescataba al unísono con la interpretación. Y como si se tratara de una retrospección hipnótica, la música siguió hurgando en el inconsciente, y llegaron desde “Consumación o consumo” dos perlas del primero de Fricción: “Entre sábanas” (que anticipaba el Coleman de letras de amores al filo del tormento) y “Perdiendo el contacto”. Fiesta para cuarentones, claro. Recién cuando entró Bodie Datino (su inseparable cómplice en estas incursiones íntimas) las canciones más recientes afloraron: “Jardines líquidos”, “Normal”, “Perfecto amor” y “Hamacándote”, con la que cerró la primera parte del show.
La última vez que estuve en Bebop fue viendo a Isabel de Sebastián, y recuerdo haber contado aquí acerca de la cumbre ochentosa que significó que Celsa Mel Gowland se sumara al escenario aquel día. Pues bien, (y por eso hablaba de coincidencias al principio) aunque Celsa no estaba allí, no me pude sacar la voz de su coro de la cabeza cuando Richard abrió la segunda parte con “Autos sobre mi cama”. De allí a “Anexos” un outtake que apareció en la reedición de “Siberia Country Club” y que muchos conocíamos de la web oficial donde podía escucharse.
Y acá es el momento en donde entra la otra coincidencia y el por qué de la cita a mi remera del Hansa Studio. Bowie, Berlin, Heroes, todo se sumó en ese momento. El 11 de enero yo iniciaba mi periplo europeo y con el wifi de Ezeiza leía a Richard en su Face contando que no podía para de llorar mientras escuchaba “Nothing has changed”. Claro que la muerte de Bowie nos tocó a todos, y en ese tramo de la noche Coleman contó que la última vez que tocó “Heroes” fue el día del cumpleaños 69 de Bowie durante su show en Groove. Y agregó que su tributo al Duke (que confesó que no sabe si va a poder cumplir) será no tocarla más por un año. Pero Bowie no iba a dejar de estar presente y aunque la versión original es de Johnny Mathis, muchos conocimos “Wild is the wind” por la versión que cerraba “Station to station”. Probablemente David Bowie haya conseguido en esa versión la mejor performance vocal de su carrera, y anoche Coleman (que la grabó en “A song is a song”) no solo estuvo a la altura, sino que la tensión que cubrió al escenario mientras la cantaba impactó bien profundo en cada uno de los que estuvimos ahí. Homenajear a Bowie con esa versión era un desafio gigantesco y el “uffff” aliviador de Richard y el trago de agua que siguieron al tema dieron la pauta que el tributo se había consumado con éxito y que no solo nosotros nos habíamos dado cuenta.
Bien, se me hizo largo contrar esa parte, pero no podía dejar detalle de lado. El show continuó con otros cover (ahora sí resumo) como “Love me tender” y el “Changes” de Sabbath, aunque por allí se colaron otra vez Los siete delfines con “Versos secretos” (Richard en slide guitar), la citada “Canción de cuna” y, después de la versión de “Escarabajo” con Bodie en el piano de Bebop que lo dio un sonido original al tema, el cierre con “Carnaval de fantasmas”.
El ciclo incluye dos fechas más en el mismo escenario durante los próximos jueves de febrero, y Coleman anunció que los setlist van a cambiar, además de anticipar la presencia de invitados. Las ganas de recuperar canciones recorriendo toda su carrera dan la pauta de que las sorpresas seguramente serán muchas. Anoche la despedida final se concretó con temas que seguro sonaran en diferentes momentos de los jueves por venir. Primero “Cuestión de tiempo”, despues “Caja de fotos” en donde el piano de Bodie tomó un tinte blusero que le sumó muchos puntos al tema, y el cierre quedó a cargo de “Como la música lenta”, ya con participación masiva del público en el estribillo y muchas palmadas rítmicas.
Como anécdota queda que me quisieron cobrar una copa de vino de más, pero la gente de Bebop es honesta y lo corrigieron. Afuera no corría una gota de aire, el carnaval había terminado pero los fantasmas seguían ahí. Si van los jueves siguientes, me cuentan.

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