miércoles, 8 de octubre de 2014

Damon Albarn en el Teatro Gran Rex

Menos de un año había pasado del show de Blur en Villa Lugano. Un concierto en tono de reencuentro (entre ellos y con su público) y que estuvo plagado de hits, celebración y euforia. Aquella vez Damon Albarn acompañado por sus compañeros de banda nos regaló todo lo que esperábamos en un ambiente festivalero y masivo. Pero si hay alguien en el mundo de la música cuyos pasos son imprevisibles, ese es Damon Albarn. Y entonces este rápido regreso al país lo trajo con un primer trabajo firmado como solista y signado por el intimismo y la reflexión.
Yo llegué al Gran Rex con tiempo suficiente como para ver el final de Barco, los teloneros locales. Pop muy trabajado, un bajo de esos que te hacen mover el piecito aún a los menos dóciles con el baile y un tema, “Antes del desmayo”, que es un hit inmediato con claro anclaje en el mejor pop de los '80. Podría nombrar referencias, pero mejor escúchenlo y descúbranlas ustedes. Excelente elección para amenizar la espera.
Bueno, empecé diciendo que el espíritu con el que Albarn llegaba era diferente al de Blur y por algunos gritos eufóricos que saludaron su ingreso al escenario, estuvo claro que resultaría un desafío poner a la gente en el clima pretendido. Desafío que en definitiva fue alcanzado con sencillez. Primero Damon con recordó lo útil que puede ser la tecnología para acercar personas cuando la distancia es un escollo insalvable con “Lonely press play”, y de inmediato nos alertó sobre las consecuencias de la dependencia exagerada de la misma, con “Everyday robots”. Bien, si el artista expone esas contradicciones, por qué pedirle coherencia a un público que mientras escucha “We are everyday robots on our phones”.....graba todo con sus teléfonos celulares? Mi posición alta en la pullman me permitió advertir mejor que nunca esta escena.
Tecnología y mundo virtual. Qué mejor entonces que Gorillaz para el continuado. “Tomorrow comes today” fue recibida con la primera gran ovación, y siguió “Slow country”. En ese tramo del show el setlists estuvo dedicado a los innumerables proyectos paralelos de Albarn. Además de Gorillaz se citó a The Good, The Bad and The Queen con “Three changes” y hasta Rocket Juice and The Moon con “Poison” (un tema que no había tocado el lunes previo, y que se amoldó con facilidad al tomo de “Everyday robots”). En medio se intercaló “Hostiles” y “Photographs (you are talking now)” y ese tramo se coronó con una gran versión de “Kingdom of Doom”, cuyo cierre alcanzó un gran clima guiado por un piano marcado, tocado casi con furia mientras las guitarras construian un crescendo sonoro.
Si bien Damon se mostró comunicativo y atento (mojó a la platea con su botellita de agua, palmeó manos cada vez que se acrecó al borde del escenario, al que recorrió de punta a punta cada vez que no se sentó al piano), el tono de las canciones hizo que el show fuese recibido con más atención que participación. La escenografía fue sencilla y el escenario (y su piano) estaban coronados por una estrella de siete puntas, que sirvió para sumar algo de simbolismo místico a la puesta. La banda tuvo al bajista Seye en el pico de la simpatía y funcionó a la perfección para que los arreglos en vivo, que buscan escapar del extremo intimista del disco y mostrar fortalecidas a las canciones, luzcan en todos su detalles. En ese punto el tándem “You and me” y “Hollow ponds” (magnífica irrupción de una trompeta sumándose a tanto recuerdo melancólico) fueron lo más destacado.
Hacia el tramo final se sumó un coro que fortaleció vocalmente a “El mañana” y “Don't get lost in heaven” de Gorillaz. Después Damon tomó una acústica, se sentó sobre la caja del piano y cantó “The history of a cheating heart”. Si bien se trató de un momento delicado, de auténtica intimidad, y si bien eso de “the history of my life will show it's more than you know” es hermoso, aquí yo tengo una queja: el setlist indicaba que allí iba “Out of time”, tal cual tocó el día lunes. Y la primera función que se puso a la venta fue la del día 7, y entonces en esa fecha estaba el público más atento a las novedades, el más fiel, el que pagó primero y por lo tanto el que no merecía que fueran los rezagados del lunes los PRIVILEGIADOS en escuchar el clásico de “Think tank”. Después sí estuvo “All your life”, una lado B que nos trajo a Blur en versión gopel y la súplica final reclamando por alguien que asegure que todo estará bien. Como si esas pinturas de la sociedad moderna que signan a “Everyday robots” provocaran más incertidumbres que certezas y las miradas se dirigieran a un cielo improbable, el círculo se cierró con cierto dejo de ironía.
Para los bises sí tuvimos a Blur como se debe y “End of the century” cumplió ese papel. Sin embargo lo mejor estaría por venir. Se sumó el rapero africano M.anifest para una versión gloriosa de “Clint Eastwood” que no solo puso al teatro de pie por primera vez en la noche, sino que nos sacudió de la quietud expectante en la que nos había dejado el concierto. Y para el final volvió el coro y “Mr. Tembo”, una canción que en el disco suena algo desubicada, como sobrante de proyectos como DRC Music o incluso una intromisión de David Byrne en el espíritu de Damon Albarn, en el contexto del show lució resignificada. Climax absoluto de la noche y casi que pudo haber cerrado el concierto sino fuera porque ese honor le corresponde, como a lo largo de toda la gira, a “Heavy seas of love”.
En mi caso la ausencia de vianda en casa y el horario relativamente temprano que había terminado el show, me habían motivado a hacer una excepción a ms costumbres y cerrar la noche en una hamburguesería. Pero resultó que unos tal R5 había tocado en el teatro de enfrente, y el McDonalds estaba copado por adolescentes con vinchita, de esas que aterrorizan a Gelblung y a Feinmann, mientras sus padres cortaban Corrientes con sus autos estacionados en doble y hasta triple fila. Así que decidí huir de ese pandemonium teenager y me fui a buscar unas empanadas cerca de casa. Durante el viaje pensé en Damon Albarn alertando a esas adolescentes acerca del uso excesivo del celular. No creo que tenga éxito, pero por el solo hecho de haberme privado de “Out of time”, merece someterse a la experiencia.


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