viernes, 10 de enero de 2014

Richard Coleman en Ultra Bar - Festival del Aire Acondicionado

Estaba dudando si iba a subir algo al blog por este show. Tal vez era la pereza de un espíritu cronista que había empezado vacaciones antes que yo, o algo por el estilo. Pero en realidad sospecho que esa dejadez tenía que ver con que el show de Coleman que a mí me hubiera gustado contar, fue el que Richard dio a banda completa en el Vorterix hace un mes. Diciembre ya es un mes complicado de por sí, y en Argentina más. Policías, saqueadores (con o sin coma en el medio), cortes de energía y de calles, y una cantidad de encuentros de rutina, me privaron de ese gusto. Así que terminé el 2013 sin ver “Incandescente” en vivo, el que para mí fue uno de los dos mejores discos locales del año. (El otro fue “Santo remedio” de Me Daras Mil Hijos).
Pues bien, ayer Coleman volvía al formato íntimo, en un llamado “Festival del aire acondicionado”, nombre que no me cayó muy bien, porque se trata de un adminículo de confort burgués con el cual me llevo para el orto (al igual que la garganta de Coleman, que va a terminar achacándole una laringitis al refrigerante ambiental). Pero salí tan contento del primer show del año, que la mañana me encuentra escribiendo sonriente. Es cierto que tuvo tambien que ver con la sonrisa, que en el primer random del día, el Ipod me haya ofrecido “7 eleven” por El Siempreterno. Pero la alegría ya venía de anoche.
Bien, el evento se había declarado “sold out”, y la cantidad de personas que lo vimos de parado bordeando las privilegiadas mesas, comprobó que no había truco comercial en el anuncio. En cuanto a lo que uno podía llegar a esperar del show, se anunciaba una lista sin concesiones, para una antología corregida y aumentada. Pero aún a sabiendas de eso, que el primer tramo (acústico y con Richard solo sobre el escenario) haya estado dedicado íntegramente a Los 7 Delfines, no dejó de ser una grata sorpresa. Primero “Tu orden” del inolvidable disco debut, después “En tu cabeza”, del último disco de la banda (“Carnaval de fantasmas - 2008), que a mi juicio fue el que devolvió a Richard Coleman a un nivel de inspiración altísimo, y que felizmente tuvo continuidad en sus dos discos solitas posteriores. Ese primer tramo se cerró con “Dale salida”, aunque antes había tocado “Desierto”, y “Meteoro”.
Justamente me quiero detener en “Meteoro”. Porque ese tema pertenece al disco “Dark”, y si algo hubo de poco habitual en la intimidad de la noche de Ultra Bar, fue que lo ameno se sobrepuso a lo dark; como si la liviandad del verano se hubiese apropiado de repente de los espíritus de artista y público. Recuerdo que la última vez que vi a Gustavo Cerati sobre un escenario, en el Club Ciudad a fines de 2009, presentó a Richard riéndose porque había conseguido vestirlo de blanco. Me pregunto qué hubiera pensado Gustavo si ayer lo veía con camisa hawaiana (aunque en blanco y negro, tampoco era cuestión de quedar como Jim Belushi arreglando el jardín de su casa). La actitud de Coleman fue ante todo risueña. Tomándose el tiempo para contar anécdotas sobre el origen de las canciones, y con la playa como referencia en muchos de los casos. Visión nublada, estados alterados, “palitas” que mejor había que dejar afuera, y recuerdos de la arena del circuito Gesell, Valeria, Pinamar, que guarda el origen de algunas de esas canciones que tanto disfrutamos. Eso sí, en momentos como “Lluvia negra” (de Fricción), nos olvidamos de todo eso, y nos topamos con el Coleman oscuro que asimilamos hace ya buen tiempo. Y ya que nombré a Cerati, aprovecho para cerrar el párrafo contando que “En el borde” fue el último tema que Coleman tocó solo sobre el escenario.
Subió entonces Bodie Datino, quien aportó teclados y guitarras adicionales. A pesar del eclecticismo de la lista, el concierto llevó un prolijo orden, y ese momento fue el que le correspondió a “Siberia Country Club” con tres canciones: “Hamacándote”, “Jardines líquidos” y “Turbio elixir”. Luego una experiencia conocida, porque yo había estado en el mismo sitio en la presentación de “A song is a song”. Pero los covers no pierden su efecto, y aunque Coleman imagine a rockeros sureños persiguiéndolo impadiosos, su versión de “Midnight rider” de Allman Brothers es fantástica, y nos recuerda además lo bien que toca la guitarra. Y el “Changes” de Sabbath, una maravilla a la que Coleman sabe sacarle....bueno, iba a poner “brillo” como frase hecha, pero acá no corresponde. Digamos mejor que Coleman sabe extraerle toda su opacidad.
Para los temas de “Incandescente”, Richard se colgó la guitarra eléctrica, y abrió ese tramo con el tema que da el título al disco. Con esa canción me sucede algo particular: parte de mi verdadero oficio (al menos el rentado) es vender lamparitas. Por lo tanto que Coleman le otrogue carácter romántico a la luz de esos focos incandescentes ahora discontinuados, reemplazando a la repetida imagen de la luz de las velas, hace que me haya puesto a pensar que tal vez el tono romántico de la intimidad tenga menos que ver con los elementos dispuestos en el ambiente, que con la nostalgia de algunas tenuidades perdidas. Quien sabe si dentro de cien años, el romanticismo funcione a led, pero hoy la incandescencia paga. Siguieron “Perfecto amor” y “Como la música lenta”. Y en “Cuestión de tiempo” aconteció la paradoja de que lo que en el disco resalta acústico, aquí fue llevado por una guitarra eléctrica que, sin perder el encanto de la sutileza, le otrogó un sonido diferente (y ese teclado irresistible....).
Para despedirse, el almanaque volvió a invertir su orden. “A veces llamo” de Fricción, “Sádica” de Los Siete Delfines, y una versión del “Heroes” de Bowie, a la que se abocó en solitario y con una lap steel guitar. La gente pidió más, el clima daba para un regalo extra, y otra vez con Bodie acompañándolo, Coleman hizo “Sádica” de “Carnaval de fantasmas”. Y cerró con su versión en español de “Down by the river” de Neil Young, que de verdad estremece. No solo por la letra (Con ella pude cruzar el arco iris, ir relamente lejos. Bajando al rio maté a mi bella, bajando al río la asesiné), sino porque Coleman adopta a su estilo grave toda la frialdad de la original, y la vuelve cercana y palpable.
Gran comienzo para mi año musical, en un ámbito además que cada vez me resulta más cómodo. Quedarán casi doce meses para verlo a Richard Coleman con su banda completa, a la que además nos adelantó, que tiene ganas de bautizar. Veremos de qué se trata y como sigue la cosa.