jueves, 9 de febrero de 2012

Y las ciudades siguen cayendo y un niño nace (o mi manera de recordar al flaco Spinetta)


Sensación de que con el alma nos ve mejor. Así le cantaba el flaco a una desaparecida cuando empecé a escuchar su música a los trece años. Y la primera reacción que tuve cuando me enteré de su muerte fue pensar que ahora él también nos ve mejor con el alma. Un boludo, me reprendí al instante, porque en realidad si hay alguien que siempre nos miró con el alma, ese fue el flaco Spinetta. Después pensé con odio en los hijos de puta que le robaron la tranquilidad de sus últimos días. Tampoco sirve de nada, pero la impotencia a veces genera ese sentimiento del que estos tipos merecen hasta la última gota. Mientras caminaba de regreso a casa, me puse a elegir por enésima vez mi canción favorita. Cambié infinidad de veces a lo largo de los veinte minutos y las diez cuadras que caminé. Ahora, mientras me pongo a escribir, la elegida es “Canción para los días de la vida”, cuando termine quien sabe. Finalmente me acordé que tengo este blog en el que intento transmitir las sensaciones y sentimientos que los conciertos a los que voy me dejan en la piel. Y en esa necesidad de contar algo, de escribir y descargar cada uno de los sentimientos que una noticia como esta me provoca, me propuse hacer un repaso de la cantidad de veces que lo vi en vivo. Algunas, no todas, porque por suerte fueron muchas. No sé si sirve, tal vez ni siquiera pueda terminarlo, pero así como otros corren a poner el CD de “Peluson of milk”, a mí se me dio por escribir esto.
Primero que nada me acuerdo de un show gratis en Barrancas de Belgrano, calculo principios del ’84. Yo había llegado esa misma tarde de Santa Teresita y a la noche Spinetta tocaba con Jade en ese escenario de madera medio destartalado que armaban de espaldas a Virrey Vertiz. No había visto jamás a un guitarrista tocando en vivo, y en esa formación todavía estaba Lito Epumer, pavada de debut me tocó. Esa noche subió Pedrito Aznar e hicieron “Viento del lugar”, un tema de un proyecto conjunto que jamás se concretó. Ya en ese primer encuentro aprendí que al flaco había que gritarle entre tema y tema, que él siempre iba a tener una respuesta ingeniosa a mano. Hubo otros Barrancas más adelante, en especial uno con él solo tocando con la Ovation, cuando Jade se había desarmado. Allí en youtube andan los videos. Ese día le escuché hacer por primera vez “Credulidad”, una de las que en el repaso de favoritas lleva las de ganar. Y “La sed verdadera”, video que colgué del muro de mi perfil en facebook hace un par de horas, por aquello de que “las luces que saltan a lo lejos, no esperan que vayas a apagarlas jamás”. Jade se había despedido en el Luna Park en el ’85. También fui a ese concierto al que Spinetta terminó casi con un portazo porque habían silbado a Charly García, con el que habían hecho “Una sola cosa”; algo de otro proyecto que jamás llegó a concretarse (aunque el inmenso “Rezo por vos” que dejaron vale por veinte discos de cualquier otro artista). Y se chivó el flaco esa noche. Se puso del orto porque no se bancó el paladar negro de parte de su público poco receptivo de los “Clics Modernos” del otro flaco. Así que terminó “Ludmila” y se fue casi sin saludar. Y eso que era gallina a muerte el flaco, mirá si sabía de paladar negro. Hasta me animaría a reformular el dicho y decir que “a cada chancho le llega su platea San Martín”. A la salida, mientras caminaba por Corrientes alejándome del bajo, pasé por la puerta del Astros. Esa misma noche Sumo presentaba “Divididos por la felicidad”. Fue la primera vez que me lamenté de no poder estar en dos lugares al mismo tiempo.
El proyecto que sí se concretó fue el disco con Fito Paez, “La la la”. Lo presentaron en Obras, con las dos bandas tocando por separado y juntándose para las canciones del disco conjunto. En esa serie de conciertos Paez estrenó “Ciudad de pobres corazones” y nos enteramos arrasados por un tifón que Fito podía ser mejor cuando no era tan bondadoso. 14 de Diciembre del ’86. Cómo me voy a olvidar si corrí el 15 y después de bajarme en Asamblea y Avenida La Plata, volví a correr hasta mi casa con el corazón en la boca para encender la tele y ver como el “beto” Alonso apuraba un tiro libre y el uruguayo Alzamendi cabeceaba al gol el rebote en el palo para que River sea campeón del mundo. Dicen los que presenciaron la segunda función aquel día, que el flaco entró a los saltos con el manto sagrado en el pecho.
Después pasaron una serie de conciertos de la época de “Privé” en donde Spinetta tocaba sin baterista, algo que yo aborrecía. Los ciclos ya no se hacían en Barrancas de Belgrano, sino el Velódromo de Palermo. Y al final lo llamó a “jota” Morelli en la época de “Tester de violencia”. Ese disco tenía una canción que yo había escuchado en shows varias veces antes y que amaba con devoción: “La luz de la manzana”. Lo vi en el Fenix de Flores, antes que sea boliche y después El Teatro de Flores. Y en Colegiales, cuando el Teatro de Federico Lacroze todavía se llamaba Argos. Y me acuerdo de un show que vi en vivo por TV en los jardines de ATC, porque mi viejo no me dejó ir a causa de un kilombo grande que se había armado una semana antes con los Cadillacs en pleno estallido de popularidad ska. “Don lucero”, “Pelusón…” fueron discos a los que no recuerdo haber visto en presentaciones, más allá que mi memoria retiene versiones en vivo de “Fina ropa blanca”. Y de esa época queda el paso breve por el escenario gigantesco de Retiro, adonde ahora está el hotel, en la celebración de los cinco años de democracia. Y también la noche en que los Virus lo llamaron para ponerle la voz a “Imágenes paganas” en su primer gran show sin Federico Moura.
Habían pasado unos cuantos años sin presentaciones en vivo. Spinetta volvió con el disco doble de Los Socios del Desierto. No sé cuantas veces tomé real dimensión del tamaño de la obra ante la que estaba parado, con la sola primera escucha de un disco. “So” de Peter Gabriel, por ejemplo. Y seguro alguno más, pero no muchos y además ahora no vienen al caso. Y el vivo de “San Cristóforo”, un disco animal para los que por edad nos habíamos perdido de ver a Pescado Rabioso. Para esa época vino a tocar al Parque Chacabuco. Un sueño. Me acuerdo que el día del concierto no iba a poder estar, estaba amargadísimo. Y por suerte llovió. Todo se llovió. Y no sé si lo postergaron una semana o un día, lo que sí me acuerdo que fue un domingo. Y que esa noche el flaco tocó “Los libros de la buena memoria” casi en el patio de mi casa.
Claro que me voy salteando algunos recuerdos, porque si me detengo en detalles voy a perder la ilación con la que escribo, pero mi memoria guarda un concierto en Puerto Madero, de espaldas al rio, antes que terminen de parquizarlo. Y salto a 2001. A Diciembre de 2001. A una noche de calor imposible, en un país imposible. El concierto se había suspendido por el estado de sitio, estábamos todos muy sensibles, habíamos visto muertes al por mayor y todavía no sabíamos cuantas más nos tocaría ver. Queríamos que se vayan todos. Todos menos el flaco. El flaco que no se vaya nunca, y el tipo nos hizo caso con una versión de “Ana no duerme” que meddley rapero incluido, parecía no terminar más. Se había ido Harrison hacía pocos días, y Spinetta tocó una versión de “Don’t bother me” que todavía me estremece cada vez que la escucho. Grace Coceri cantó “Good night”, ese tema del Álbum Blanco del que casi nadie se acuerda. El tipo siempre le escapó a la complacencia de los hits y amaba los Beatles. Tanto que no había concierto suyo que no terminara con los de Liverpool sonando en los parlantes. Casi que presentaba dos discos esa noche, “Los ojos” y “Silver sorgo”. En “Los ojos” hay un tema que se llama “Ekathe”, dedicado a Carolina Pelleritti, su pareja de entonces. Treinta años después de “Muchacha” el tipo todavía era capaz de dedicar su amor con maravillas como esa.
“Para los árboles” no fue un disco fácil de asimilar. Y la presentación en el Rex resultó exclusiva para fans. Tocó unas pocas canciones y al disco lo presentó de corrido en el mismo orden que el CD. Para esa época Divididos había grabado “Despiértate nena”, y en uno de los primeros festivales auspiciados por Quilmes, Mollo (casi que pidiendo perdón por haberlo tenido de telonero), lo invitó a tocar con la aplanadora. También estuve allí, en lo que eran las cancha de tenis a metros de las tribunas del Monumental, que no hacían otra cosa que traernos todo el sonido de rebote. “Pan” y “Un mañana” son dos discos no tan difundidos (aún bajo los parámetros de difusión de la obra de Spinetta) y que a mi gusto lo devolvieron al más alto nivel de inspiración. Si en orden cronológico mi anterior recuerdo fuerte de un concierto de Spinetta fue en el mes de Diciembre de 2001, en el mismo mes pero en 2006, me di otro gusto de los grandes. Mesa uno en La Trastienda. Un copa de malbec y Spinetta tocando a metro y medio de distancia. El capricho de mi obstinación por leer al revés las palabras que se reflejan en los espejos, me sirvió ese día para adelantarme con la lista de temas escrita en una hoja translúcida al alcance de mi vista. En esos días Nerina Nicotra estaba empezando a reemplazar a Malosetti en el bajo.
Si en los años 2001 y 2006, Diciembre fue un mes importante en mi relación con el arte spinetteano, lo del 4 de Diciembre de 2009 fue incomparable. En esos días mi cuerpo fue víctima de un raid interminable. El Jueves 3 había trasnochado viendo a Me Daras Mil Hijos en Niceto. El viernes laburé todo el día y salí corriendo hasta Velez mirando la web del servicio meteorológico; poco más de un mes antes me había bañado en la noche del regreso de Charly García en el mismo estadio. Esa noche también el flaco había aportado lo suyo. El concierto de las bandas eternas duró cinco horas y media. El sábado volví al laburo casi sin dormir (los taxis no abundaban esa noche por Liniers), y salí a mediodía del negocio, corriendo de nuevo para votar en las elecciones de River y hacer a tiempo para estar presente en la ceremonia en la que a mi mujer le daban el diploma de profesora. Si cuento esto que estoy contando, es porque llegué a tiempo, sino tendría ahora el “privilegio” de estar compartiendo un fogón celestial con el flaco; no había “Ekathe” que me salvara. Y esa noche de la que tanto se dijo tuve la sensación de estar presente frente a todos los conciertos históricos a los que no había podido ir. A ese concierto de domingo a mediodía de presentación de “Artaud”, a los Luna Park de Invisible, al regreso de Almendra en Obras. Al Seru Giran y Jade de La Rural, porque Charly y Spinetta volvieron a tocar juntos “Rezo por vos”. Si mal no recuerdo esa noche hasta aplaudí a Juanse…mirá si habré hecho cosas por Spinetta! Nadie, pero absolutamente nadie esperaba poder tomar conciencia en una sola noche de la verdadera dimensión de lo que la obra de Spinetta significa. Y ahora queda la paradoja que lo que fue una noche de repaso, reencuentro y celebración, muchos la recordarán como una noche de despedida.
Aunque en verdad no fue tan así. El flaco siguió tocando en 2010 mientras todos manteníamos la ilusión de que la noche del 4D haya despertado la llama en cualquiera de las bandas reencontradas y podamos presenciar un concierto completo de alguna de ellas. Y pedíamos y exigíamos el DVD de esa noche que la magia hizo ruido y en serio. Por mi lado queda el concierto en el Coliseo en Octubre de 2010 en el que le cantó “Té para tres” a la madre de Gustavo Cerati presente en la platea, y que cerró con “A Starosta el idiota”. Ahora haciendo esos juegos medios bobos que uno hace recontextualizando las letras de las canciones, puedo decir que “vámonos de aquí” fue la última frase que escuché salir de su boca desde un escenario, justo el día en que parece habérsela tomado bien en serio a esa frase. Pero quiero terminar optimista aunque me cueste. Entonces me retrotraigo a otro Diciembre, Diciembre de 2008. En el día en que se recuerda la Declaración universal de los Derechos Humanos, Spinetta y su banda tocaron gratis en el anfiteatro de Puerto Madero, ahí pegadito a la fuente de Las Nereidas. Esa noche el locutor anunció que mientras Spinetta hacía su set, una madre había dado a luz a su hija detrás del escenario. Con Spinetta al lado nunca mejor utilizada la expresión “dar a luz”, verdad? Así que ahora pienso en esa criatura que conoció el mundo con tanta buena energía y luz alrededor, y hago la cuenta que ya tiene tres años y que seguro su inocencia lo hará correr en jardines y soñarse gorrión esta noche. Y pienso en que va a crecer y que todo aquello que la rodeó en su llegada al mundo, algún día va a expresarse y tener su consecuencia y concreción. Y con el recuerdo de esa anécdota bien presente al momento de terminar estas palabras, sin darme cuenta caigo en que mi canción favorita ahora es “Todas las hojas son del viento”.