jueves, 21 de mayo de 2009

Cassandra Wilson en el Teatro Gran Rex

Si había algo innecesario a esta altura de la carrera de Cassandra Wilson era un premio Grammy. Entre otras cosas porque hace años que es una artista consagrada, y por otro lado porque “Loverly”, su disco de 2008, está lejos de ser el punto más alto de su carrera. Pero lo cierto es que los premios a veces suelen cumplir la función de reconocimiento tardío para buena parte del público, y tal vez por ese motivo fue que la primera visita de Cassandra a la Argentina estuvo promocionada utilizando el reciente premio. Por mi parte, guardo entre mis preferidos de Cassandra tres discos fascinantes: “Blue light ‘til down” (primer trabajo para Blue Note, y que terminó por encaminar su carrera), “Traveling Miles” (Homenaje de fin de siglo a Miles Davis), y “Thunderbird” (trabajo de 2006 producido por T-Bone Burnnet, que a pesar de algunas críticas posee un lado blusero que me resulta más que atractivo); y la posibilidad de oirla en vivo me generaba las mayores expectativas. Y tengo que decir que me llevé una sospecha mayúscula. Porque anoche no vi solamente una gran cantante, sino una excelente banda que además incluye una gran cantante. Porque si bien el espectáculo gira en torno a Cassandra, los pasajes instrumentales conviven con los cantados en partes iguales, otorgándole al show un balance perfecto.
Desde el momento en que la apertura queda a cargo de “Caravan”, uno empieza a sospechar que nada puede salir mal. Porque el clásico de Ellington luce en vivo mucho mejor que en la versión del disco, esencialmente gracias a los aportes solistas de los músicos. La banda que acompaña a Cassandra en esta visita está integrada por Herlin Riley en batería, el nigeriano Lekan Babalola en percusión, Reginald Veal en contrabajo, Marvin Sewell en guitarras y Jonathan Batiste en piano; este último en reemplazo de Jason Moran que grabó en “Loverly”. Y son ellos los encargados de respaldar el tono grave de Cassandra Wilson, con arreglos abundantes en sutilezas y buen gusto. El repertorio tiene como sustento el álbum “Loverly” y los clásicos versionados en el mismo: “St. James infirmary” de Irving Mills, “Lover come back to me” de Oscar Hammerstein, y el descomunal “Dust my broom” de Elmore James y Robert Johnson, en donde Marvin Sewell se luce con el slide y Cassandra reivindica sus orígenes en el Mississippi. Precisamente Marvin Sewell y el piano de Jonathan Batiste son los músicos cuyas intervenciones solistas, intensas y deliciosas evitando caer en un virtuosismo que podría resultar exagerado, son las que cosechan los mayores aplausos.
Pero si hubo un momento culminante en la noche del Gran Rex (que mostró algunos claros en la platea) ese fue cuando Marvin Sewell tomó la guitarra acústica y Cassandra Wilson hizo su exquisita versión de “Harvest moon”. Porque desde que lo grabara en “New moon daugther” en el año 1995, Cassandra se ha apropiado de la canción y en cada interpretación parece engrandecer aun más la bella melodía que Neil Young creara en los primeros años de la década del ‘70. El final fue con otro clásico, “`Til there was you”, que supo tener versiones de Chet Atkins, Sonny Rollins y hasta Marvin Gaye, y que decora con perfección la hora y cuarto de show que no hizo más que confirmar cada una de las virtudes de Cassandra Wilson. Hubo un regreso al escenario y la despedida final estuvo a cargo de “Arere”, en donde la banda se luce en un rubro (la fusión) que no había sido abordado en toda la presentación.
Excelente debut de Cassandra Wilson en Buenos Aires, en donde esta noche hará una segunda función, e inmejorable manera para la gente de Tribulaciones de celebrar sus primeros diez años en la producción de espectáculos de alto calibre, y que tendrá como continuidad la actuación de The Bad Plus en Junio, mientras anuncian la cuarta visita de Living Colour para el mes de Noviembre.

miércoles, 20 de mayo de 2009

George Clinton en La Trastienda

Si hacía falta algo para comprender aquel lema de George Clinton de fines de los ’60, cuando en plena ebullición del LSD afirmaba aquello de “Free your mind and your ass will follow”, eso era tener la oportunidad de presenciar en vivo a ese colectivo del funk que resulta el combo Parliament, Funkadelic, P-funk All stars, o cuanto nombre pueda o quiera atribuirse. Porque a partir que la arenga “We Got The Funk” empezó a hacerse eco en La Trastienda, lo que se vivió anoche fueron cerca de 3 horas y media (!!!) de explosión musical de alto voltaje, repletas de groove, ritmo, baile, desparpajo, intensidad, lucimiento personal, y mucha diversión y color.
Sobre el escenario de La Trastienda había músicos como para cortar la 9 de Julio, llegué a contar 19 en un momento, pero no puedo asegurar que no haya habido más. El show en sí tiene al funk como sustento, pero a lo largo de él aparecen chistes, danzas, se reparten volantes al público, personajes excéntricos por donde se los vea, y todo dirigido por un George Clinton que hace las veces de maestro de ceremonia, aunque recién haya pisado el escenario cuando había transcurrido casi una hora de show. En escena se puede ver a lo largo del show a Larry “starchid” Shider vestido solamente con un pañal, una cantante vestido de rey, una guitarrista (Sauna Hall) que a lo lejos parece Michael Jackson, un guitarrista con una máscara y peluca afro multicolor, a la bella corista Kim Manning haciendo gala de sus agudos casi operísticos paseando en patines sobre el escenario mientras comparte cigarrillos y bebida con el público a cambio de sonrisas y corazones, y algunas incursiones de Carlos “sir No se” McMurray portando carteles con leyendas tipo “george fuck” y pidiendo al público que no aplauda a los solistas. Pero además de todo el color y el movimiento de personas sobre el escenario, hubo música, y mucha. Porque Lige Curry en el bajo de seis cuerdas y Frankie “khas” Waddy en batería sostienen una banda, que a modo de las grandes orquestas del jazz, despliega toda su música haciendo bailar al público (las mesas del salón duraron poco más de 20 minutos en su lugar) e intercalando momentos solistas, algunos de ellos brillantes, en especial los que corresponden a las voces de Steve Doy y Belita Woods.
Si bien la excusa era presentar el disco “George Clinton & the gangsters of love” de 2008, se pudieron escuchar clásicos como “Give up the funk (tear the roof off the sucker)”, “One nation under a groove”, “Dr. funkenstein”, “Cosmic slop” o “(not just) knee deep” (con Larry Shider haciendo corear al público mientras hacía gala de su voz blusera). Además de funk hubo soul, blues (extraordinaria y desgarradora performance de Mary Griffin en la voz), y mucho rock. La versión de “Maggot brain” a cargo de la Gibson Flyin V de Michael “kid funkadelic” Hampton fue descomunal, aunque cortó un poco el clima festivo del show. En el final, mientras algunas personas se retiraban en virtud del horario, otras se trepaban al escenario invitadas por “Sir no se”, para sumarse a su baile contorsionista y abrazar al gran George, pretendiendo que el show no termine nunca. Quedará alguna queja con el sonido (algún acople, micrófonos que dejaban de funcionar) que puede quedar justificado en el poco espacio y el vértigo con que se desarrollan las entradas y salidas de músicos.
En resumen un show extraordinario, que no se puede compara con nada que ande dando vueltas hoy por el mundo, que deja bien en claro por qué el legado del padrino del funk está más vigente que nunca, y que marcará un hito en una ciudad poco acostumbrada al funk y sus desprendimientos. Quedan dos noches más, y aunque el costo de las entradas no es nada económico, créanme que valen cada peso que vayan a pagar.

sábado, 16 de mayo de 2009

Proyecto Verona en Velma Cafe

Si había algo que en la noche fresca de ayer resultaba tentador, eso era arrimarse al Velma Café a participar de la presentación en vivo de “Caravana”, el recientemente editado tercer trabajo de Proyecto Verona. La banda liderada por la cantante Verónica Verdier ha conseguido plasmar en el estudio un compilado de muy buenas canciones, en una producción prolija y delicada que se cristaliza en un excelente trabajo que ya anticipaba aquel EP adelanto del año pasado llamado “Tabaco & chocolate”. Y esas canciones, a veces íntimas, casi siempre cálidas encontraron en el escenario del Velma el mejor ambiente para expresarse y brillar como se merecen.
El show, que abrió con el intenso “Elusivo” y se encadenó con “Indivisible”, contó con buena parte de los músicos invitados que participaron de la grabación de “Carvana”, lo que amplificó la performance de Poryecto Verona sobre el escenario, otorgando a las interpretaciones todos los detalles y sutilezas plasmadas en el CD. Y tantas eran las ganas de mostrar los nuevos temas, aunque muchos de ellos ya habían sido anticipados a lo largo de 2008, que el repaso por los discos anteriores (Tontas promesas falsas - 2002 y Encendida - 2005) lo hicieron todo junto y durante el primer tramo del show. Así fue que pudieron oírse versiones de “Adolescencia” e “Último intento”, junto a una dedicatoria a Andy Bonomo, ex - guitarrista y cofundador junto a Vero Verdier de Proyecto Verona, hoy radicado en España.
Seguido a ese repaso sonaron dos de las mejores canciones del nuevo disco: “La nena que fui” (con un buen aporte de Benjamín Collins en trompeta) y “Perfecto camarada”; y a esa altura la luminosa guitarra de Claudio Iulano más los modos jazzeros de la voz de Vero Verdier revalidaban con creces que son los mejores atributos en los que se sostiene la banda, que se completa con Martín Paladino en la batería. Los climas cercanos al trip hop se mantienen por momentos, pero han desaparecido con el tiempo los atisbos electrónicos y el formato de canción se ha ido imponiendo en el universo actual de Proyecto Verona.
Lo mejor del show sucedió cuando tres Pablos subieron al escenario: Sbaraglia se hizo cargo de los teclados a lo largo de varios temas, Memi y “sarcófago” Cano (ambos miembros de Ratones Paranoicos) se sumaron para hacer “Delicioso”. Y por último Juan Ravioli cerró la lista de invitados acoplándose al final en voz y guitarra para hacer “Caravana”. Para los bises, todos los invitados volvieron al escenario y la versión de la blusera “Tu voz bipolar” fue el postre perfecto para una noche en la cual la música volvió a resultar el mejor remedio para el frio. El tiempo será el encargado de decir si este nuevo paso de Proyecto Verona permite sumar oídos a su atrayente propuesta y que el gran disco que han grabado pueda alcanzar el reconocimiento que sin dudas merece.

lunes, 4 de mayo de 2009

Oasis en River

Fueron dos los motivos por el cual decidí ir a ver a Oasis a River: en primer lugar, “Dig out your soul”, su último disco me gustó mucho y me devolvió buena parte de la valoración que tenía de la banda, y en segundo lugar, no los había visto en las otras tres visitas a Argentina. Y que un grupo de ese tamaño nos visite con tanta asiduidad no es algo para desaprovechar. La apuesta era fuerte, después del Luna Park y el Campo de Polo, Oasis jugaba por el estadio de River Plate, y hay que decir que les quedó grande. Porque si bien las plateas estaban repletas y el campo bien nutrido, lo cierto es que el estadio estuvo lejos de llenarse y para colmo la tribuna popular no estuvo habilitada. Y considerando que ese sector se había puesto a la venta, es más que probable que los compradores de los tickets más económicos se hayan visto beneficiados con el acceso al campo para que este presente una apariencia más nutrida. La espera estuvo amenizada por Estelares (llegué cuando estaban terminando su set, así que poco puedo decir), Mole (sigue siendo interesante la propuesta, pero se nota que les falta bastante), y Los Tipitos, que con buenos arreglos vocales intercalan buenas y pegadizas canciones, con otras decididamente pobres.
Puntualmente a las 21hs se apagaron las luces del estadio y se empezó a escuchar el sonido sampleado de “Fuckin´ in the bushes” mientras la banda se acomoda para comenzar con una primera media hora que literalmente me voló la cabeza. Porque desde “Rock´n roll star” hasta “The meaning of soul” fue una sucesión de rock and roll a todo volumen, con unos Oasis derrochando energía y sacudiendo a la audiencia con temas como “The shock of the lightning” y especialmente “Cigarettes & alcohol”, en versiones demoledoras. Con un escenario carente de atributos escenográficos y una iluminación sin grandes pretensiones, la atención se centró en una banda ajustada y contundente, que a partir de ese comienzo demoledor se tomó tiempo para transitar por otros estilos que le bajaron la adrenalina al show. Hubo momento para la psicodelia con “To be where there´s life”, y el primer momento con Noel Gallagher a cargo de la voz. Y allí sucede algo particular, porque Noel es mucho más simpático su hermano y la relación con el público resulta mucho más cercana y amena. Por otra parte, la voz de Noel se encarga de interpretar algunos de los mejores temas que Oasis haya hecho, como “The masterplan” o “The importance of being idle” (que sonaría hacia el final del show)
El tramo final interecaló hits infaltables como “Wonderwall” con algunos tramos en donde retomaron aquella energía del comienzo como “Morning glory” y el final con “Supersonic”. La hora y cuarto de show había parecido muchísimo menos. El regreso al escenario fue con Noel otra vez al frente, y su versión de “Don´t look back in anger” con el público coreando el estribillo, en lo que fue el momento de mayor participación, así como el más emotivo. “Falling down” no sumó mucho en ese tramo del show y la vuelta de Liam Gallagher al escenario fue para el cierre absoluto con “Champagne supernova” y un final tan arrollador que recuperó y amplificó la energía de aquel comienzo del show, con “I’m the walrus”. Porque el tema de Lennon no solo los explica en parte, sino que además les calza como anillo al dedo, y los Beatles reviven en unos Oasis encendidos para redondear el recital de manera contundente.
En poco más de una hora y media, los de Manchester revalidaron sus credenciales ante un público fiel, al que le prometieron volver desmintiendo los rumores de separación que habían surgido en los últimos días y que llegaron a anunciar el show de anoche como el último en la carrera de la banda. En mi caso particular, recibí mucho más de lo que había ido a buscar y elevaron considerablemente la valoración que tenía de una banda que hasta ahora apenas miraba de reojo. Y como me hizo notar mi hija, después de un buen tiempo me pude dar el gusto de salir de la cancha de River aplaudiendo.