lunes, 22 de diciembre de 2008

Indio Solari en Estadio único de La Plata

Resulta sorprendente darse cuenta que hay lugares de los que uno no se va nunca. Situaciones que tienen que ver con la pertenencia. No importa a cuántas ceremonias uno puede haber faltado, bastan un riff de guitarra y una frase a modo de sentencia, para sentir en la piel la sensación que veinte años pueden suceder en un solo día. Y la fiesta del Indio anoche en La Plata tuvo eso. Caras que podrían ser las mismas o no, pero que uno cree reconocer desde siempre, banderas decoloradas que revelan el paso del tiempo, cantos que se guardan atravesados en las gargantas esperando salir a la luz dos o tres veces al año, casi como una liberación.
El estadio único estuvo repleto y todo se encadenó a la perfección. El ingreso prolijo, la espera paciente, un sonido que después de luchar contra el viento en la apertura permitió disfrutar del show sin inconvenientes. La banda, Los Fundamentalistas del aire acondicionado, que suena solvente y ajustada, y que con el apoyo de los vientos y las voces de Debora Dixon y Luciana Palacios, resulta la plataforma para que el Indio pueda hacer su recorrido con comodidad.
El show propiamente dicho está basado en “Porco Rex”, el último disco con pasajes redonditos intercalados de manera efectiva, y que al final terminan por ganar el repertorio. Desde la apertura, con “Pedía temas en la radio”, “Ramas desnudas”, y “Porco rex” quedó claro que el público escucha y disfruta de los temas nuevos, pero que la pasión aparece cuando suenan los clásicos, por eso la primera explosión de la noche se produce con el tándem de “La mosca y la sopa”: “Un poco de amor francés” y “Fusilados por la cruz roja”. Tras el desgarrador “Pabellón 7º”, uno de los pocos pasajes por “El tesoro de los inocentes”, el show vuelve al cauce de “Porco rex”, y vuelve a estallar cuando el Indio anuncia “un tema de la época de los pubs”; entonces se escucha el punteo de “El infierno está encantador” en donde Baltasar Comotto (brillante a lo largo del show) se viste de Skay y el tema suena tal cual sonó tantas veces a lo largo de los años ’80 y ’90. Le sigue “Mariposa pontiac/Rock del país” y otra vez la vuelta al siglo XXI: “Bebamos de las copas lindas”, “El tesoro de los inocentes” y “Y mientras tanto el sol se muere”.
Después se produjo la anunciada participación de Andrés Calamaro, que fue bien recibido (“reciban a mi invitado como yo recibiría al de ustedes”, pidió el Indio) aunque sin euforia, y que después de pasar desapercibido en “Veneno paciente”, repartió estrofas con Solari en “Esa estrella era mi lujo” y una potente versión de “El salmón”. Tras una breve interrupción para reacomodar el sonido, sonó “To beef or not to beef”, y el final resultó una implacable y demoledora seguidilla que empezó con “Un angel para tu soledad”, que siguió con “Nadie es perfecto” y “Ñam fri fruti fali fru” y terminó con el obligado himno de “Luzbelito”: “Juguetes perdidos”
La vuelta al escenario fue con “Flight 956”, el anuncio de un solo show en la agenda del 2009 y una innecesaria invitación a “mover el culito”, ya que lo que ocurre con “Ji ji ji” no por repetido y previsible deja de ser conmovedor. El pogo más grande del mundo resucita una vez más en La Plata, y deja en claro que no existe nada en el mundo que se le pueda comparar. Y tal vez, después de tanto video desenfocado y tambaleante, la prometida edición del DVD para el 2009 con las grabaciones de los shows del sábado y el domingo en La Plata, permita que de una vez por todas vaya a existir un testimonio fiel en imagen de esa incomparable explosión adrenalítica.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Personal Fest - REM

No pudo haber sido mejor la segunda fecha del Personal fest. Fundamentalmente porque en donde había puesto las mayores expectativas (The Mars Volta y REM) no solo las cumplieron, sino que las superaron, y porque me llevé un par de buenos momentos extra como regalo. Previendo esto llegué temprano para poder ver al menos a todas las bandas de los dos escenarios principales. Arrancó No lo Soporto, con un set cortito basado en el último disco y con “No sé” como cierre. Tuvieron algún problema de sonido (ese escenario tenía un nivel de sonido considerablemente menor al principal, y lo sufrieron todos los que tocaron ahí), pero hicieron lo suyo con solvencia y prolijidad. Los mismo para Leo Garcia, que estuvo más sobrio que cuando lo vi en el Pepsi. El set más corto lo benefició en el efecto, y se despachó con una muy buena versión de “Amor amarillo” (segunda cita a Cerati en la tarde, NLS lo había incluido en video para cantar su parte de “Nunca iré”). A esto le siguió Mole, la banda de otro ex-Soda, Charly Alberti (la trilogía Soda la completaría Zeta con un DJ set al final del show de REM) que hizo un show muy bueno. Una banda de guitarras que a esta altura no sorprende a nadie, pero que suena bien, y tiene buenos temas. A Mole le siguió Emmanuel Horvilleur, del que puedo decir que descubrí que no solo no me gusta ni un poquito, sino que además me irrita de sobremanera. Aproveché su set para visitar los otros dos escenarios, pero en uno estaba cantando una ex-Bandana, y en el otro recién empezaba Rosal, de quienes apenas pude escuchar solo dos temas, mientras miraba la hora pensando en Mars Volta.
Lo de The Mars Volta fue extraordinario. Absolutamente anárquicos y caóticos. Es imposible seguir el orden de los temas (tres al menos de “The bedlam in Goliat” el último disco), es un despliegue de virtuosismo permanente, con un Omar Rodríguez Lopez luciéndose al comando de una banda que lo sigue e interpreta al pie de la letra. Cambios permanentes, fusión de ritmos y estilos, un baterista (Thomas Pridgen) que desde la pantalla atrapa todas las miradas, maravillando al público con su despliegue. Cedric Brixler Zavala canta todo lo agudo que uno podía imaginar, y en los pasajes instrumentes se convierte en un inquieto contorsionista y malabarista, capaz de devorarse parte del la escenografía. Muchas ganas de verlos en un set más largo, y de escuchar “The window”, tema quedó afuera en la tarde de ayer.
Siguió Bloc Party, y tengo que reconocer que estaba tan abrumado por Mars Volta que me impidió disfrutar del show. El útimo disco, “Intimacy” no está nada mal, y tenía ganas de verlos en vivo. Sonaron bien, fueron prolijos, e hicieron un repaso de sus tres discos. Kele Okereke tuvo una buena comunicación con el público, y del show me quedo con las versiones de “Hunting for witches”, “Mercury” y “Like eating glass”. A Bloc Party le siguió Kaiser Chiefs, que salió al escenario mientras sonaba de fondo Dire Straits con “Money for nothing”, e hicieron un muy buen show, sostenido por una buena cantidad de hits. Ricky Wilson resultó un showman creíble, arengó a la gente (especialmente en “Ruby”), y terminaron con “Oh my God”, mientras buena parte del público empezaba a retroceder buscando ubicación frente al escenario opuesto.
Lo de REM fue sencillamente conmovedor. Fundamentalmente porque son una banda con un trayecto, una experiencia y un repertorio repleto de hits, cuya suma entrega un resultado imbatible. La vuelta a un sonido más rockero y eléctrico en “Accelerate” me hizo prever un set list basado en el último disco y con apoyo en “Monster”, lo cual resultó un error. Si bien es cierto que quedaron afuera por completo discos más introspectivos como el caso de “Around the sun”, o más pretencioso desde el sonido como “Up”, el recital fue un repaso por buena parte de su discografía. Abrieron con la potente “Living well is the best revenge”, de Accelerate, y enseguida una dupla salida de “Monster”: “I took your name” y “Whats the frecuency, Kenneth?” con la cual terminaron por convencer que estábamos frente a una gran noche. Lo que siguió fue una seguidilla de canciones, algunas previsible (“The one I love”, “Imitation of life”), y otras no tanto. Hubo una cita a las próximas elecciones en USA con Barak Obama en el fondo de la pantalla antes de “Ignoreland” (que en “Automatic por the people” estaba destinada George Bush padre), y entre otros temas pasaron muy buenas versiones de “Electrolite”, “Drive” y “Hollow man”. Michael Stipe demostró por qué es uno de los vocalistas más expresivos que se puedan encontrar, y Peter Buck que es un guitarrista de extremo bueno gusto y expresividad (excelente en “She just wants to be”, de “Reveal”). Hubo emoción en “Everybody hurts”, intimidad (“Night swimming” y la muy buena versión acústica de “Let me in”, que Michael Stipe dedicara en “Monster” a Kurt Cobain), y un final con un regreso a la electricidad con una seguidilla impecable “Bab day”, “Orange crush”, y “It’s the end of the world as we know it”.
Antes de los bises hubo un juego con el público mediante la pantalla que se basó en post-it que iban siendo escritos en español (con error de redacción incluido), y entonces sí volvieron con “Supernatural superserious”, “Losing my religion”, “Great beyond” (uno de los temas inéditos, junto a “Bad day” del compilado “In time”) y el cierre fue con “Man of the moon”. Un recital que guardaré entre mis recuerdos más preciados, y que dio fin a una semana de música que incluyó otro momento inolvidable: el show de Spiritualized en La Trastienda.

jueves, 30 de octubre de 2008

Spiritualized en La Trastienda

La vuelta a los estudios de Spiritualized fue una de las buenas novedades de este año. El disco “Songs in A&E” es de lo mejor que se haya podido escuchar en lo que va de 2008, y si no fuera por aquel deslumbrante “Ladies and gentlemans we are floating in space” de 1997, sería considerado de lo mejor de su carrera. Profundizando con la línea iniciada con “Let it come down”(2001) y continuada con matices más eléctricos por “Amazin grace” (2003); la incorporación de elementos soul y gospel, entrega a la banda de Jason Pierce un componente de espiritualidad que la revela como hipnótica y emocional. La extraña enfermedad que tuvo a Jason Pierce al borde de la muerte allá por el 2005 tiene su correlato en el disco, y la vida y la muerte recorren cada uno de los momentos del álbum. De hecho A & E son las iniciales con que se reconoce en Inglaterra a las salas de “ambulaces and emergencies”. La posibilidad de verlos en vivo en un muy buen momento de su carrera es un privilegio que me quería dar, y ya que no iba a poder ir a la primera fecha del Personal Fest en donde forman parte de la grilla junto a Jesus and Mary Chain y The Offspring, entre otros, el show en La Trastienda era el momento ideal para sacarme el gusto. Y no solo me saqué el gusto, si no que tuve la oportunidad de ver un show excelente, que entregó la mejor versión de la banda y que durante poco más dos horas, demostró que su versión en vivo mejora largamente lo grabado en los discos.
Ya desde el comienzo se pudo ver la dualidad por la que iba a transitar el show. La apertura con la fuerza de “Amazin Grace” y “You lie you cheat” contrastó con la calma psicodélica de “Shine a light”, una paseo por su primer y lejano trabajo “Lazer guided melodies” de 1992. Porque todo el recital transcurrió entre momentos eléctricos, y climas de tenue intimidad y ambiente casi cósmico. El repertorio se sostuvo fundamentalmente en el último trabajo, y tuvo en la voz de Pierce, engrandecida por la potencia de los coros femeninos, y el buen gusto de la guitarra de Doggen (delicioso con el slide) los detalles más importantes para destacar. Entre las interpretaciones más logradas, se pueden nombrar “Sweet talk”, “Cheapser”, “Baby I’just a fool” (con el sello de Dylan, y Jason Pierce por única vez en la noche con guitarra acústica), la oscuridad de “Death take your fiddle”, con un Doggen deslumbrante, y “Sittin’ on fire”. Spiritualized derrochó energía cuando correspondía hacerlo, mantuvo los climas sin aburrir en los momentos más tenues, y a pesar de su hermetismo (Jason Pierce jamás de dirigió al público en toda la noche, y ni siquiera se ubica de frente en el escenario, sino de perfil) supo conseguir una buena comunión con el público. El show fue extremadamente parejo, muchas de las canciones comenzaban suaves para terminar en crescendos sonoros en los cuales los coros de matriz gospel encontraban su clímax; y si bien estuvieron poca presencia las explosiones casi progresivas de los primeros discos, el show fue un buen muestrario de todas las facetas de la banda. Dos grandes momentos se vivieron cuando se sonaron “Soul of fire”, canción que si hubiese sido compuesta por los hermanos Gallagher estaría catalogada sin duda como uno de los mejores temas del año, y “Lades & gentlemans we are floating in space”, con cita final a “I can’t help falling in love with you”.
El final fue apoteósico. La trilogía “She kissed me” (de Amazin grace), “Come together” (de Ladies & gentlemans….) y “Take me to the other side” (clásico de 1987 de la banda anterior de Jason Pierce, Spacemen 3) fue una demoledora explosión sonora y visual, cargada de energía y distorsión. Un auténtico apocalipsis eléctrico que por más de quince minutos atronó los oídos del público, mientras la iluminación disparaba flashes, engranajes y figuras de colores sobre el escenario. Fue un final extraordinario, en donde desparecieron todas las reminiscencias soul y folk, para devolver a Spiritualized a aquella psicodelia vibrante que los distinguió en la segunda mitad de los años ’90 y que quedara retratada en el disco en vivo en el Royal Albert Hall, en Octubre de 1997. Tan contundente fue ese final, que contrastó con los bises, ya que nadie había podido reponerse de semejante andanada. La excelente versión de “Lord can you hear me”, del disco “Let it come down” (otra vez brillante el slide), y el característico cierre con el tradicional del gospel “Oh happy day”, no resultaron bálsamo suficiente para lo que había sucedido unos pocos minutos antes.
Es de esperar que en el reducido set del Viernes 31, en el día 1 del Personal Fest puedan repetir algo de lo que se vivió anoche en La Trastienda. Así que si alguien está dudando, desde ya está recomendado. Y más aún cuando además estará tocando Jesús and Mary Chain, la cita se torna imperdible.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Pepsi Music día 3 - Adam Green

Dos situaciones casuales y un empujón al espíritu, conspiraron para que me haya sacado el gusto de ver la primera presentación de Adam Green en Argentina: mi hija me cedió la entrada que le regalaron el día anterior (parece que había una para los primeros mil que llegaran) y el monumental queda a poco más de diez cuadras del club Ciudad; el empujón vino cuando a la salida del partido la lluvia no paraba, y yo no sabía qué hacer, y Sole me dijo: a mi edad no lo dudabas…Ante semejante desafío no me quedó opción, así que allí fui finalmente.
(Antes no puedo evitar hacer un comentario. Cuesta mucho creer que Gerlo juega al mismo deporte que Rosales o Maxi Morales. Ahora sí vuelvo a la música.)
Como se trata de un festival resumo lo que llegué a ver antes: el final de No Lo Soporto, los últimos dos o tres temas, Adicta (suenan prolijo, el pibe canta bien, buena escena), Leo García (al margen que no me guste para nada, qué necesidad tiene de cantar medio recital con una mano en el micrófono y la otra filmando al público?), y El otro yo, con un excelente show, bien festivalero, muy compacto, que cerró con “No me importa morir” con Miki Huidobro de Molotov al bajo.
Finalmente llegó el Sr. Green al escenario cuando la banda había empezado a tocar. Entró saltando, con una remera con flecos en los brazos y un histrionismo desbordante que no decayó en ningún momento. En un español bastante comprensible en la pronunciación, pero ilógico en la ilación, se presentó como Pipo Pescador (¿!!?!?), y le alcanzó para romper el hielo de un público que mayormente lo desconocía. Abrió con “Carolina” y “Be my man” y entregó un show parejo, contundente, que se fue ganando al público tema a tema, mientras su mirada extraviada (muy extraviada) observaba por encima del público vaya a saber adonde, su sonrisa esbozaba una expresión solo comprensible por él mismo, y su cuerpo no dejaba de moverse y sacudirse con cada canción; espasmos que solo interrumpía para buscar agua al final de cada tema (lo que probablemente resulte una buena explicación para todo lo anterior) Pero siempre mantuvo el dominio de la escena y esa estampa que lo convierte por momentos en un Morrison en versión glam, se sostuvo a lo largo de todo el set. Y eso sí, en ningún momento el neoyorquino perdió un ápice de su afinación, ese registro bajo que le valió la comparación con Scott Walker y que le permite pasearse entre varios estilos sin desentonar en ninguno. La banda (a la que presentó como payasos neoyorquinos) compuesta por bajo, batería, teclado y guitarra (a veces eléctrica, otra acústica) sonó ajustada, y la ausencia de vientos, cuerda y coros, probablemente hizo que el set list no incluya algunos temas de su último trabajo “Sixes and sevens”, que tiene un componente mucho más soul y que requieren de mayor instrumentación. Sin embargo no estuvieron ausentes “Cannot get sicker” y “Laeky frask” con una gran introducción a capella. Poco antes del final, Adam quedó solo con la guitarra acústica para hacer una versión de “Jessica”, el tema que dedicara con todo el sarcasmo del mundo a Jessica Simpson. A lo largo de casi una hora fueron pasando “Gemstones”, “Nat King Cole”, “Dance with me”, y casi al final una demoledora versión de “Crackhouse blues”. Terminó arrojándose al público en un final casi lógico para tanto derroche de energía.
Un show de antología que dejará marcas, que seguramente provocará un regreso, y que al final de festival quedará marcado como uno de los puntos más altos de la edición 2008. Espero que el regreso sea pronto y que toque en un lugar en donde se lo pueda apreciar mejor. Tal vez el show en La Trastienda de hoy (gratis, con entradas entregadas por el programa “Day Tripper” de Rock & Pop) pueda tener algo de eso. Pero el horario de las 16 hs me resulta imposible. Y ante las ironías acá si tengo respuesta: hija, a tu edad no trabajaba.

(Hasta ahí llegaba mi interés. Vi parte del show de Massacre antes de irme, pero yo había conseguido todo lo que había ido a buscar. Así que nada puedo decir de Dante y de Babasónicos. En otra situación hubiese ido a ver a Proyecto Verona al tercer escenario, pero había que atravesar un mar de barro que me hubiese dado ganas de inciar un Woodstock que los producidos fans de Babasonicos que iban llegando hubiesen seguramente rechazado con vehemencia)

jueves, 25 de septiembre de 2008

Amparanoia en La Trastienda

La globalización, el cruce de las culturas, la fusión del arte cuando es suma de identidades y no imposición de ninguna sobre otra, permite en estos tiempos cosas como las que sucedieron anoche en La Trastienda: que el mundo, o al menos buena parte de él, ocupe y se exprese en un mismo escenario y al mismo tiempo. Amparanoia consigue que su Bye bye tour sea una auténtica fiesta de despedida, una celebración de la vida en su versión más caliente, en donde la alegría y la energía se desatan expresadas en ritmos, bailes y canciones que durante dos horas y media contagian, seducen y arrasan a un público que siempre parece dispuesto a más.
“No traigo balas, pero traigo el fuego y tu sonrisa es lo que yo quiero” dice Amparo Sanchez en una de sus letras, y vaya si lo consigue. En medio de rumbas, ska, reaggae, y boleros, todos atravesados por un espíritu gitano que les imprime un manto de celebración y desborde permanente, las canciones se suceden entre declamaciones de rebeldía y un feminismo a flor de piel. Porque con Amparo Sanchez en el escenario la palabra mujer es mucho más que un sustantivo y se vuelve verbo; un manifiesto permanente de la mujer como madre, como hija, y como amante. Entonces pasa otra mujer/madre/amiga sobre el escenario, Mimi Maura, en una visita temprana cuando el sonido todavía no se había acomodado y el retorno hacía estragos en los oídos de los músicos. Y todo fluye de una manera tan natural que durante la noche es probable que Cuba y Jamaica sean un mismo lugar, que Andalucía limite con Puerto Rico y que los Balcanes queden al borde del Río Bravo. Todo está allí, mientras la banda de desgañita en no detenerse nunca y sostener el ritmo hasta el último aliento. Mientras la guitarra sueca imprime rasgos bluseros sobre cadencias latinas, mientras el voluminoso percusionista venezolano, dueño de un par de brazos capaces de defender la revolución bolivariana ellos solos y a las trompadas, hace gala de una gracia asombrosa para el baile. Y los espíritus de Bob Marley y de Joe Strummer dicen presente en la noche de San Telmo. Todo es probable; hasta una torta y un ramo de flores en manos de Mimi Maura, porque además y como si fuese poco festejo, Amparo cumple años.
Pasan montones de canciones, “Somos viento”, “La vida te da”, “Dolor, dolor”, “Hacer dinero”, “Ella baila bembé”, “Sacaron agua” y “Seguiré caminando” (nombre del DVD y CD de la despedida), mientras el idioma español se mezcla con el inglés y el francés, el calor crece y el ritmo no decae jamás. La felicidad se dibuja en cada rostro, arriba y abajo del escenario, el éxito de la fiesta se expresa en cada gota sudor, la pasión parece no tener límite, y hace a la despedida tan larga y difícil que el final resulta una bienvenida: un Welcome to Tijuana, al tequila y a todo lo demás. Entonces sí, presentación de los músicos y telón final. Una de esos adioses que quedan marcadas en la piel y por mucho tiempo. Una de esas noches que nos devuelven las ganas de vivir, nos recuerdan que la rebeldía puede ser también sinónimo alegría, y que nos demuestra que la sangre que nos circula puede alcanzar la temperatura del fuego. Y que como dice Amparo:. “Somos el viento, que baila y que canta y si estamos juntos, somos huracán”.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Hamacas al Rio en Notorius

Era una linda noche la se ayer para abrigarse al calor de las melodías de Hamacas al Río, que en Notorius presentaban su reciente EP “Un pequeño relato”, y que desde hace un par de días se puede descargar gratuitamente en su web. Quienes visitan este blog, saben lo que opino y disfruto de la música de Hamacas, así que no voy a ser reiterativo con palabras que intenten describir la intensidad de sus armonías, ni el efecto seductor que me provocan. Hoy tengo, simplemente, ganas de contar.
Notorius es un lugar en el que uno no puede sentirse de otra forma que no sea a gusto, rodeado de buenos discos para revisar y que ayudan a amenizar cualquier espera. Un lugar en donde uno puede cruzarse con un desconocido que al pasar, y no mediando otro motivo que el de reparar en el mismo Cd, es capaz de expresar algo como que “el mejor año del jazz fue el ‘43”, para terminar hablando de Parker, Hendrix y Pastorius. Ese tipo de lugares capaces de devolver esa sensación placentera por la música que la ambición acumulativa en tiempos de “free download” pareciera habernos hecho olvidar. Adentro, ya en la sala, esta sensación se mantiene y colabora para adentrar al público en el clima del show. Todavía permanecían en mi paladar los aromas del camembert, el sésamo y los higos; de los mejillones en azafrán y dijón; de la creme brulee y un malbec que había viajado directamente desde Cafayate para adueñarse de mi memoria. Y como venía de una esquina que resulta un pequeño retazo de Paris en Buenos Aires, no dudé en acompañar la música con una copa de cognac, ya que había decidido por mi cuenta que anoche, el río de las hamacas bien podría ser el Sena.
El show fue más largo que lo habitual, la presencia de un piano de cola le entregó a algunas canciones un matiz acústico encantador. Volvieron algunos temas que no sonaron en el último show, como “Mitad de Junio” y “Ya sé volvés” que están entre mis preferidas; y Laura aprovechó para compartir su alegría por haberse recibido de instructora de algo que honestamente no entendí bien qué era, pero que por el nombre relaciono directamente con la meditación (o con alguna arte marcial, pero me quedo con lo primero). Y por supuesto, las tres canciones nuevas que se sostienen en los mismos argumentos que las anteriores: “Un pequeño relato”, “El canto de la sirena” y “El mismo invierno”, todas ellas con la voz de Paula Meijide en coros.
El final fue con “Mañana” y el anuncio de una nueva fecha para el Viernes 17 de Octubre. Hamacas se había encargado de encontrarle el sonido perfecto capaz de decorar cada uno de mis sentidos para mi sábado de cadencia parisina. Afuera, el invierno era el mismo, pero la noche única, una vez más.

viernes, 12 de septiembre de 2008

No lo Soporto en La Trastienda

Una verdadera lástima el espacio libre en La Trastienda. Porque se estaba presentando uno de las mayores sorpresas del año, el disco “Avión” de No lo Soporto”. Un disco plagado de excelentes arreglos, de melodías originales por estos pagos y una intensidad que hipnotiza. Pena a la cual, lamentablemente esto acostumbrado en un ambiente en el cual saber tres tonos y conocer tres marcas diferentes de cerveza alcanza para llenar Obras, o como se llame ese estadio ahora.
El premio revelación MTV, la apuesta de la discográfica por ellas, un video de alta rotación, y fundamentalmente un trabajo prolijo, lleno de matices, con melodías sugerentes

El show abrió con la voz en off del video invitando a los pasajeros a ajustar los cinturones para emprender un viaje aéreo, que no es otro que el repaso por un trabajo
El show abrió con “Avión” y con “ ”, en el mismo orden del disco y ya en el tercer tema , el sonido se había acomodado y la banda asentado en su sonido. Naila y su estilo contenido lideró a NLS en un recorrido parejo por los nuevos temas y un repaso sin novedades por su primer disco () que a la distancia se nota lejano en calidad al nuevo material. Sin embargo, la solvencia del trío, y sus invitados (los mismos de “Avión”, Fernando Samalea en percusión y Blanco, de Los Pericos en teclados) consigue mantener un clima parejo a lo largo del show. No hay desbordes, hay extrema prolijidad. Hay una extraña mezcla de pretensión de profesionalismo a raiz de la buena producción, y un cierto clima de amiguismo alternativo, que se termina imponiendo en el ambiente (VACIO)
Innecesario a mi gusto el intervalo, justo a continuación de “instantes”, uno de los mejores temas de Avioon, y cuando la banda se había asentado y empezaba a sentirse a guto, en el cual se proyecta el video de “Nunca iré” y tras el cual las chicas vuelven al escenario enfundadas en la vestimeta de azafatas, la misma del video y para hacer….”nunca iré” de nuevo! Para colmo la ausencia de Gustavo Cerati (la bajosta le reconoció el esfuerzo por intentar estar) que pudo haber sido un momento alto de la noche

lunes, 4 de agosto de 2008

Hamacas al Rio en Vaca profana

El frío del fin de semana que se iba terminando fue el último empujón que necesitaba para refugiarme en ese reducto más que confortable que es el Club de amigos de la Vaca Profana, en Almagro. La excusa: estar presente en la última presentación en vivo de Hamacas al Río, antes de terminar la grabación de su tercer trabajo.
La apertura estuvo a cargo de Juanito el Cantor, nombre con el que Juani Serrano presenta un manojo de canciones acústicas inclasificables. Con un disco editado de manera independiente ("Doce canciones de amor y una botella de vino") y otro en camino (anunciado como "El sueño de las ballenas"), Juanito posee un repertorio más que interesante, con melodías y letras premeditadamente ingenuas a veces, casi surrealistas en otras, y es dueño de una voz cautivante; armas con las cuales consigue en el escenario un magnetismo muy particular. Durante el breve recorrido de anoche pude hallar rastros de Drexler, Spinetta y Nebbia entre las referencias musicales que sirven como influencia, pero seguramente después de otras escuchas esta lista quedará relegada por la propia identidad de las canciones de Juanito, que tienen suficiente calidad para valerse por sí mismas. Tomo nota de esta grata sorpresa y prometo seguir más de cerca su música de ahora en más.
Casi sin respiro, ya que el corto intervalo tomó de sorpresa a los que decidieron salir a fumar afuera, Hamacas subió al escenario y le bastaron dos temas, "Sueños" y "Ciego", para construir el clima que caracteriza a sus presentaciones. Ese suave vaivén que tiene mucho de péndulo hipnotizante, y que a fuerza de melodías simples e intensas consigue cautivar al público y ensimismarlo con la música y sus emociones. Con un repertorio que recorrió de manera pareja sus dos trabajos, presentaron nuevo guitarrista (Jorge a secas, en lugar de Javier Picerno), y con él estrenaron algunos sutiles y nuevos arreglos, que no modifican en gran medida lo que vienen haciendo hasta el momento.
No encuentro manera más adecuada para describir la impresión que provoca Hamacas sobre el escenario, que compararlo con la imagen de un hogar a leña. Ese calor que no es solo calor, sino calidez; esa lumbre que es más que luz, sino un efecto inestable de brillos, colores y sombras que ganan y pierden en intensidad, que produce una mezcla de abrigo e intimidad, y que provoca arrimarse y compartir. En ese ambiente, un olvido es una anécdota risueña, cada melodía resulta una caricia suave, y el transcurrir de canciones como "La isla", "Andar" o "Pinta colores" es un recorrido placentero para los sentidos. El final con "El viaje" y "Carla" fue la perfecta despedida para una noche de sensaciones intensas y en la que el frío había quedado reservado para el afuera, porque la música se había encargado de dejarnos con la tibieza interna que solo saben dejar los momentos agradables. Solo resta esperar a mediados de Septiembre para conocer las nuevas canciones y comprobar hasta donde Hamacas al Río es capaz de ampliar su encanto y su resplandor.

viernes, 25 de julio de 2008

Muse en el teatro Gran Rex

Me había entusiasmado con la llegada de Muse a Buenos Aires. Demasiado. Saqué las entradas ni bien salieron a la venta y esperé ansioso la llegada del día del show. La edición del DVD H.A.A.P. grabado durante sus shows en Wembley a medidos de 2007 me entregó la posibilidad de tener alguna noción de lo que significaba ver a la banda que desde 2004 es considerada por la prensa especializada británica, la dueña del mejor show en vivo del momento.
Está más que claro a esta altura que con la edición de OK Computer, Radiohead marcó a fuego a una generación de músicos de las islas y que su influencia perdura hasta estos días. Coldplay, Travis, Starsailor, Doves son algunos ejemplos. Y el estilo de Thom Yorke puede ser reconocido en los cantantes de cada uno de esos grupos. Muse, por supuesto, no escapa a esto. Pero con una particularidad: Muse ha elegido recorrer el camino que Radiohead decidió premeditadamente sortear al hacer “Kid A”. Muse le suma a una lírica de tinte dramático, cierta teatralidad y un componente de hard rock progresivo, deudor de bandas como Rush y hasta (por momentos) Dream Theater, que lo convierte en una rareza en el panorama del rock actual.
Cuando poco antes de las 22hs las luces se apagaron y empezaron a sonar los acordes de “La danza de los caballeros” del “Romeo y Julieta” de Prokofiev, el Gran Rex se transformó en un pequeño Wembley; la versión en miniatura de aquellos shows grabados en el DVD. Porque más allá de algún cambio en el orden y ligeras variaciones en la lista de temas, el show resulta casi una réplica de aquel. Una puesta en escena sobria, una iluminación más efectista que pretenciosa y una pantalla de estadio que bombardea la vista con imágenes vertiginosas fueron el marco en donde Muse se movió con comodidad y alto nivel de profesionalismo. Sin descollar, y apoyándose en un sonido impecable entregaron un set list previsible y regalaron algunas sorpresas. El público recibió a la banda de la mejor manera, cantó los estribillos, coreó los riffs de guitarra y permaneció en un éxtasis que lo mantuvo de pie a lo largo de todo el recital. Matthew Bellamy demostró ser un gran cantante, un muy buen guitarrista, y a la hora de sentarse en su piano blanco lo hizo con autoridad aunque reveló una peligrosa tendencia a cierto clasicismo almibarado. Mucho me sorprendió el bajo de Chris Wolstenholme, cuyo aporte es fundamental para conseguir cohesión en el sonido, y a su machaqueo saturado, Muse le debe buena parte de su identidad. La banda se completa con el baterista Dominic Howard y recibe el aporte en teclados de Morgan Nicholls como invitado.
A mi entender el show tiene un déficit importante: carece de matices. Es absolutamente lineal; el clima es exactamente el mismo de principio a fin. El orden de los temas se puede cambiar cuantas veces a uno se le ocurra que el resultado final no se va a ver afectado. De hecho ayer abrieron con “Knights of Cydonia” el tema que fue cierre en el show del miércoles. Claro que si uno repasa la discografía de Muse se va a encontrar con que esta es una característica habitual en sus canciones, y en todo caso esta salvedad corresponde hacérsela al estilo de Muse más que al show en sí mismo, que en definitiva lo que hace es sacar a la luz la pretensión de una banda que tiene muy en claro a donde apunta y que no duda un solo momento como plasmarlo sobre el escenario. Lo mejor en este sentido sucede al promediar el show, cuando con la interpretación de temas como “Map of the problematique” o “Butterflies and hurricanes” el grupo parece soltarse un poco más y consigue pasajes instrumentales cambiantes y muy logrados. Este tramo del show termina con una zapada de bajo y batería.
Las sorpresas vinieron por el lado de la inclusión de “Fury” (un bonus track incluido en la edición japonesa de “Absolution”), “Space dementia” (de “Origin of simetry”) y “Apocalypse please”, casi un manifiesto extraído de “Absolution”, (inocultable la referencia al “On the run” de “The dark side of the moon”) que según pude ver por allí no tocaron el primer día y que funcionó como guiño a los fans que sacaron entradas para este show que en definitiva fue el primero que se puso a la venta.
Pasaron “Invincible”, “Starlight”, “Supermassive black hole” y al cabo de una hora y media, y entre mangueras de humo y globos gigantes botando sobre las plateas, el show termina tal cual lo hace el DVD: “Stockholm syndrome” y “Take a bow”. Nadie pide más nada. Los rostros reflejan la alegría de saber que han tenido el privilegio de presenciar un momento único. De haber estado frente a lo que es, sin duda, una de las performances más destacadas del panorama del rock actual. Yo me fui con una sensación extraña y dual, y que es la misma que me produce escuchar H.A.A.R.P.: por un lado la felicidad y la convicción de haber disfrutado a una gran banda de rock pasando por su mejor momento y entregando lo mejor de sí, pero por otro lado una ligera sensación de agobio que me reclama una urgente tregua de Muse por un buen tiempo.

domingo, 22 de junio de 2008

El Cuarteto de Nos en El Teatro de Flores

Yo estuve ahí. Quiero decir, ahí antes. En ese teatro que alguna vez se llamó Fénix. Y el capricho adolescente de guardar alguna entrada como si fuera de oro me ayuda con algunas precisiones: Junio de 1987. Día 6, La Sobrecarga; día 20 Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. En ese año, El Cuarteto de Nos editaba "Soy una arveja", su primer disco. Ayer volví. A ese teatro, y por un momento también a los años '80.
Claro que el recorrido a lo largo de más de veinte años no es lineal, pero El Cuarteto de Nos representa ese espíritu. La frescura, el inconformismo, el humor ácido a veces, ingenuo otras, la búsqueda permanente. En los '80 la rebeldía era más una actitud artística y estética que una cuestión ideológica. No se trata de edades ni de tiempo sino de conceptos. Y eso diferencia a estos uruguayos de algunos de sus compatriotas que por estos días llenan estadios en Buenos Aires. Si hay que cantarle al año '92, el Cuarteto elige recordar el invierno maldito, si se trata de hacer una canción de amor, no hay mejor destinatario que uno mismo.
Difícil será encontrar una banda que encuentre la cúspide creativa a los veinte años de carrera, pero en este caso ha sucedido y no viene al caso ahora encontrar explicaciones. Es así y amerita disfrutarlo. "Raro" es con seguridad uno de los puntos más altos del rock en español que hayamos escuchado en los últimos años, y ese potencial puesto en las manos de un grupo maduro pero con las ambiciones intactas puede resultar una mezcla explosiva. Ya había escuchado el disco, ahora quería verlos en vivo.
Mucha gente. El lugar reconoce 1872 lugares disponibles y por estos días esas normas no se violan, así que anoche éramos unos 2000. El show empieza a las 21 hs. y los primeros tres temas son una invitación inmediata a la fiesta: "Hoy estoy raro", "Ya no sé que hacer conmigo" y "Nada es gratis en la vida". La gente salta, se contagia, participa. Pero no todo es el último disco y había que ver cómo hacían para producir el mismo efecto con las canciones menos conocidas, más aún tratándose de una banda con fuerte preeminencia de las letras, tan difíciles de seguir en vivo. Y la decisión de intercalar las canciones más viejas con las de "Raro" resulta ser un método adecuado. Pasan "El calzoncillo a rayas", "No quiero ser normal", "Solo un rumor", "Vino en mi jeringa" "Al cielo no voy" y junto a ellas "Pueblo podrido" y "El karaoke de mi noviecita". Santiago Tavella y Ricardo y Roberto Musso se van repartiendo las voces, y promediando el show comparten un mini set acústico con "Me hace bien, me hace mal", dos temas rescatados de su primer disco: "El guardián del Zoo" (sonando como los Byrds) y "Andamio pijuan", y finalmente "Pobre papá".
Párrafo aparte para el video wall. La sucesión vertiginosa de imágenes que acompaña a cada tema obliga a prestarle atención por sobre lo despojado de la puesta en escena de la banda en sí. La primera imagen es un ojo en primer plano y en blanco y negro. Tranquilamente pudiera aparecer la gillette que lo atraviese, pero no sucede. Lo que sí sucede es que allí conviven billetes con los patriotas uruguayos transformados en diablitos y punks, con imágenes del Indio Solari, unos jóvenes Soda Stereo, Atahualpa Yupanqui, John Lennon, Lady Di, gags de cine mudo, y caricaturas de los miembros del Cuarteto en un paraíso psicodélico que bien podría ser la versión rioplatense de "Magical Mistery Tour". Hay humor y delirio. Por eso la falla de un micrófono puede ser atribuida a satán en una parodia de un predicador en portugués, y una improbable tesis de órgano sobre la quema de pastizales del delta y el humo que atraviesa el Río de la Plata se convierte en el riff de "Smoke on the water" que parece salido de las 60 lecciones de piano de Luis Majul, circa Peter Capusotto.
El final fue contundente: "Yendo a la casa de Damián" e "Invierno del 92". Había pasado solo una hora y cuarto y teníamos ganas de más. Y por supuesto hubo bises, en dos tandas. La primera con temas viejos "Me amo" (Me amo, como la tierra al sol. Me amo, como Narciso soy. Me amo, dibujé un corazón que dice "yo y yo". Me amo) y "El día que Artigas se emborrachó". La segunda con "Bo Cartero", esa particular versión de "Please Mr. Postman" en donde las voces y los coros se lucen mejor que nunca, y otro hit del último disco, "Así soy yo".
Siempre me cayeron bien los uruguayos. Seguramente Francéscoli y Alzamendi tienen mucho que ver con eso. Pero supongo que conocidos, amistades eventuales y la música también han contribuido. Y su sencillez y su tranquilidad siempre me provocaron sana envidia y ganas de ser contagiado, aún en tiempo de papeleras. Y hasta tengo la ilusión que la nube tóxica de Botnia atraviese el río Uruguay y la lluvia ácida produzca una mutación genética en las próximas generaciones de habitantes de Gualeguaychu, y los niños allí empiecen a nacer con cerebro.

sábado, 19 de abril de 2008

Benjamin Biolay en Niceto

Niceto Vega y Humboldt alrededor de las 9 de la noche parecía Palermo London. El humo que nos viene acosando desde hace unos días se había decidido posar nuevamente sobre Buenos Aires y la espera para entrar a Niceto no era muy confortable que digamos. Ya adentro se notaba un público curioso, que tenía más referencias sobre Benjamin Biolay que real conocimiento de su carrera. Entre el auspicio de la Embajada Francesa y la promoción dentro del BAFICI tal vez se pueda explicar esa situación. Acá, exceptuando la FM Kabul, no he escuchado radios se ocupen de él. Sin embargo a la salida no ví a nadie decepcionado ni escuché queja alguna. Todo lo contrario.
Casi una hora y media después de lo anunciado (nada grave para lo que estamos acostumbrados, pero yo tenía hambre!), el show abrió con Benjamin Biolay sentado al piano, y una excelente versión de "Négatif", tema que da nombre a su segundo disco y que representa la parte que más me gusta de de su música: cuando el sonido es denso y se acerca más al trip hop. Y en él, y a modo de meddley, hizo unas lineas de "Clint Eastwood", el hit de Gorillaz, que preanunciaba la probable incorporación de covers, cosa que finalmente no ocurrió. De perfil, bajo el haz azul, con el pelo semilargo tirado hacia atrás y encorvado sobre el piano, me hizo acordar a Nick Cave, pero la similitud se agotó en esa imagen.
La banda está compuesta por Johann Daalgard en los teclados y programaciones, Philippe Almosnino, encargado de las guitarras acústica y eléctrica y obviamente Benjamin Biolay, que además del piano y dedicarse a cantar, toca a veces guitarra, por momentos se acerca a un pequeño teclado y hasta tiene un par de intervenciones prolijas, aunque nada descollantes en trompeta. El tipo es simpático. Se ve que se siente a gusto, sabe manejar muy bien los climas en el show, pasa de electrónica densa tipo Air, a baladas melancólicas y temas más roqueros; enciende cigarrillos, pasea por el escenario, seduce, habla en Francés, y en ningún momento se pierde el clima de intimidad que ofrece su música. Será por la voz o el idioma, pero todo suena a confesión, a confidencia. Y es precisamente el timbre de voz lo que lo asocia inevitablemente con Serge Gainsbourg, pero a mi entender su manera de abordar la chansón es diferente y mucho más moderno. Aquí no hay reggae ni pop naif.
El repertorio está basado en su último disco "Trash yeye", pero hace un repaso parejo por el resto de su obra y hasta tiene un momento en el que toma asiento y con una guitarra acústica entrega alguna canción del disco "Home" que hizo con su ex- esposa, Chiara Mastroianni, ese que parece la banda de sonido de una luna de miel eterna, que en definitiva no fue tal. Anunció el tema que hizo para una película (Sí, "una película". No dijo cuál. Mal, muy mal, Benjamin. Supongo que será de "Clara et moi" porque sé que estuvo a cargo de la banda de sonido pero no podría asegurarlo) e hizo entrar a un traductor para hacer la alocución más larga, en la que se preocupó por destacar que no había llegado a Argentina por su sello discográfico y que agradecía a quienes lo habían traído por "gusto y no por dinero", según sus propias palabras.
Tengo que hacer una referencia importante al sonido, que fue sencillamente perfecto. Buen volumen sin atronar, se podían apreciar todos los matices y arreglos, y quien comprenda francés habrá podido entender cada una de las palabras que susurra Biolay. No voy a ser preciso en orden de la lista de temas, porque fueron muchos y acomodarlos en mi memoria me va a resultar complicado. "Regarder la lumière", "La chambre d'amis", "Danz la Marco Benz", todos del último trabajo, "Ground zero"; la conmovedora "Dans mon dos" (con Benjamin en la trompeta), de "A l'origine"; "Chaise a Tokio" con tibio intento de coro por parte del público, de "Négatif", fueron algunas. El cierre estuvo a cargo de una versión TREMENDA de "A l'origine" (lo mejor del concierto, lejos), y los dos bises fueron "Les ceris volants", del primer disco "Rose Kennedy" (con la voz sampleada de Marylin Monroe) y "Qu'est-ce que ça peut faire".
El domingo toca de nuevo, y la verdad es que no es caro (los $ 50 de la entrada son devueltos con creces), así que a quien pueda le recomiendo que se de una vuelta. Hasta donde yo sé todavía quedan entradas.
Por último, una anécdota: Cuando vino Camille a La Trastienda, en un momento escuchaba tanto francés alrededor, que le dije a Andrea, mi mujer "falta Jean Pierre Noher y estamos todos". Medio minuto después me doy vuelta, y quién estaba? Sí, adivinaron. Bueno ayer juro que lo buscamos, hasta que Andrea lo ubicó en el VIP. Entre tantos Perez, González y Cattanzaros usando pañuelitos franceses y remeritas de marinero, la presencia del apellido Noher vendría a resultar una especie de acto de justicia.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Jarvis Cocker en La Trastienda

No tengo la intención de hacer una crítica del recital de anoche, sino dejarles algunas de mis impresiones. Tenía mucha expectativa por la presencia de Jarvis en Argentina. Su pasado y el excelente disco solista eran suficiente motivo.
Sigue siendo tan histriónico como se lo podía ver en los videos de la época de Pulp. Entró con un racimo de uvas en la mano y que arrojó al público, se movió y actuó mucho, interactuó con la gente sin barrera de idioma (las pocas palabras que aprendió en español eran modismos hasta simpáticos: chabon, mina, chapita, piola), compartió cerveza y vino, y cantó de maravillas. Abrió con "Fat children" (acerté, había apostado que abría con ese tema) y siguió con "Don’t let him waste your time" y "Heavy weather", es decir, lo mejor del único disco solista. Fue demasiado contundente el arranque y no había forma de sostenerlo, para mi gusto hubiese sido más parejo el show ordenando los temas de otra forma, pero es un detalle. Tocó "Tonight", "I will kill again" (de los mejor!!) y "Disney time", y cerró con "Back magic" y "Running the world". Tocó casi todo el disco, pero obvió una de las canciones que más me gustan "Babys coming back to me" y "I just come to tell you that I’m going", que grabó con Kid Loco en el disco "Monsieur Gainsbourg: revisited"
Con los bises, me sorprendió. Sabía que no tocaba temas de Pulp, pero había leído que hacía covers de "Satellite of love" y algún tema de Bowie. Pero amagó con hacer algo de Pulp, haciendo un juego de palabras con "Pulp Ficton" y se despachó (después de vaciarse una botella de agua en la cabeza) con "Little green bag" que en realidad es de la banda de sonido de "Reservoir dogs", no de "Pulp fiction", y una versión de "Puple haze" lo que jamás me hubiera imaginado. Si la banda había sonado perfecta hasta ese momento, con el tema de Hendrix fue demoledora.
Fue un poco menos de una hora y media, pero de lo mejor que pude ver en Baires. Lo pongo a la altura de los mejores shows extranjeros que pude ver. Hoy toca de vuelta, si alguien puede ir se lo recomiendo. Por mi lado espero que vuelva, y que las entradas sean un poco más accesibles.